La desesperacion de Penélope

La desesperación de Penélope


No era que no le hubiera conocido a la luz del hogar, no eran

los andrajos de pordiosero, el disfraz, -no, había señales claras:

la cicatriz en la rodilla, el vigor, la mirada astuta-. Asustada,

apoyando la espalda en la pared, buscaba una justificación,

un pequeño plazo de tiempo, para no contestar,

no traicionarse. ¿O sea, que para ése había gastado veinte años,

veinte años de espera y de sueños, para ese desgraciado,

el barbicano empapado en sangre? Se arrojó sin voz en una silla,

miró despacio a los pretendientes muertos en el suelo, como si viera

muertos sus propios deseos. Y “bienvenido” dijo,

notando extraña, lejana, su propia voz. En el rincón del telar

llenaba el techo con un enrejado de sombras; y cuantos pájaros había tejido

con hilos rojos y luminosos sobre follajes verdes de repente,

aquella noche del regreso se tornaron gris ceniza y negros,

volando bajo en el cielo plano de su aguante último.


(De Yannis Ritsos, Piedras. Repeticiones. Barrotes, 1972.

Traducción: Román Bermejo, en Yannis Ritsos, Paréntesis. Testimonios I, Barcelona, 2005)

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